He vivido tanto que, fácilmente, podría llenar miles y miles de hojas en blanco. Y lo he intentado, aunque sin mucho éxito. Hasta ahora, cada vez que empiezo algo, me da la impresión de que lo que escribo ya lo he leído en otra parte. Entonces, mando la basura el proyecto y a otra cosa, mariposa.

Ahí, los dos verbos que me han traído más felicidad y desgracia: Detener y olvidar. Siempre he pensado que la vida es muy corta para aferrarse a las cosas, así que si algo no me gusta o no me queda o no me quiere, digo ¡A la chingada! También digo ¡A la verga!, pero esa bonita frase mejor no la escribo porque cada vez que sale de mi boca mi mamá llora un poquito. Notese que dije sale, no entra, paque luego no vayan con el chisme.

Dejémonos de vergas que salen y entran y volvamos al tema. ¿Hasta qué punto hacer lo que no nos sale es necedad y hasta qué punto es perseverancia? Hay miles de historias de personas que sin manos ni piernas y, casi casi, con una tercera parte del cerebro han hecho más que cualquiera de nosotros, los afortunados a quienes no nos falta nada.

Cada vez que veo una de esas historias, se me escurren las lágrimas y los mocos y me juro a mí misma que, la próxima vez que tenga un reto enfrente, no me voy a rajar. Convenientemente, para cuando el momento llega, ya lo olvidé todo y vuelvo a decir ¡A la chingada! Y no me lean de esa forma porque estoy segura que a ustedes les pasa lo mismo.

El problema con los seres funcionales es que no tenemos que probarle nada a nadie. Ni tenemos que justificar nuestra existencia, así que nos vamos conformando con lo que caiga. Pero no más. Es momento de arroparnos en ese histórico Haiku que dice: "Hoy voy a cambiar".

Voy a sacar mis sentimientos y resentimientos todos y voy a escribir hasta que me sangren los dedos o me corten la luz porque no la he pagado, lo que pase primero. Cuando relea mis hojas y empiece a decirme se parece a... tiene el estilo de... y otras gustadas frases de autosabotaje, recitaré en voz alta las máximas de Jim Jarmusch:
"...Nada es original. Roba de cualquier lugar que resuene con inspiración o alimente tu imaginación. Devora películas viejas, películas nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones, arquitectura, puentes, señales en las calles, árboles, nubes, cuerpos de agua, luces y sombras. Roba sólo las cosas que le hablen directamente a tu alma. Si lo haces, tu trabajo (y robo), será auténtico. La autenticidad es invaluable; la originalidad no existe. Y no te molestes por esconder tu robo, celébralo si así lo quieres. De cualquier forma, siempre recuerda lo que dijo Jean-Luc Godard: No importa de dónde tomes las cosas, importa a dónde las lleves..."

Eso haré. Llevaré todo lo que he vivido, visto, leído y escuchado a donde nadie nunca las ha llevado... al menos lo intentaré con más frecuencia. Cambiaré el 'detener' por 'continuar' y el 'olvidar' por... mmm... no me acuerdo cuál es ese otro verbo, pero lo conjugaré en primera persona aunque no tenga ni puta idea de cómo se hace.

Bienvenidos, pues, a mi día de mandar mi vieja forma de hacer las cosas mucho ¡A la verga!... ya sea que salga o entre. Da igual.
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Mi enfermedad se llama insomnio, la tengo desde antes de nacer. Cuando estaba en el vientre de mamá, y las manecillas del reloj ordenaban apagar todas las luces, la pateaba sin parar hasta que se despertaba a decirme "Eres una maldita pesadilla". No me gustaban sus palabras, pero eran mejor que el silencio.

Tal vez por eso no me quiere o a lo mejor fueron todas esas noches en que la miraba fijamente en la oscuridad mientras ella fingía dormir. No sabía que yo le daba miedo. Tampoco sabía que, desde que cumplí tres años, ya estaba buscando un hospital psiquiátrico que me curara.

Lo único que recuerdo de la primera vez que estuve allí es el rosa de las paredes y la gelatina de naranja que sabía a limón. La camisa de fuerza me daba muchas vueltas, me la pusieron cuando robé unas crayolas y dibujé una ventana en mi cuarto. No fue una travesura ni rebeldía, sólo quería ver el cielo .

Mi abuela decía que, si era buena, ahí me iría. El dibujo no funcionó. Tampoco que me portara bien, pero  aún hago nubes en las paredes para que las niñas que no duermen puedan escapar.
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A veces sueño con esta calle, con otra vida...
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Desde hace dos días, en esta ciudad no hay sol. La lluvia ha llenado las calles y tus flores. Ésas que mi abuelo y yo regábamos muy de mañana, mientras tú dormías soñando con el pueblo al que jamás regresaste.
   
Ayer me habría gustado estar en casa porque el agua duró todo el día, pero regresé muy tarde. No te preocupes, puse todas las macetas a mitad del patio y una silla para que te sentaras a mirar las gotas caer como cuando estabas viva.

Hoy me quedaré aquí, la silla sigue afuera y parece que va a llover. Ven, abuelita, te espero.




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Ya perdí la cuenta de los días que llevas muerta. Sé que fue hace poco. También sé que te pienso más que cuando vivías. Éramos primas, en un tiempo hasta vecinas, pero sabíamos lo elemental la una de la otra. Sin embargo, nos queríamos con el sentimiento estúpido que te obliga a querer a la familia.

Viniste cuando mi abuelita, la mía, no la tuya, -ya sabes que aquí los lazos de sangre están muy torcidos- daba su último respiro. ¿Te acuerdas? Traías a tu hijo, lo vi por primera vez y hablamos como si la vida nos fuera a durar para siempre.

Después de tu embarazo, se acumularon diez kilos más a tus curvas peligrosas. Intentaste todo para bajar de peso después de que una señora de dimensiones monumentales se mudó al otro barrio y se necesitaron quince hombres para mover su cuerpo. Tuvieron que mandarle fabricar una caja de tamaño especial con remaches industriales para darle santa sepultura. Yo te recomendé que, llegado el momento, te hicieran una liposucción post mortem y asunto arreglado. 

Hablamos mucho rato. Me gustaría recordar de qué, pero sólo te veo sentada ahí, amamantando a Emiliano. Si hubiera sabido que era la última vez que te vería, te hubiera abrazado muy fuerte y te hubiera suplicado que no fueras a Veracruz.

No sabía nada. Ni tú tampoco y te fuiste. Por las fotos del viaje parece que te divertiste mucho. Se te ve sonriendo en todos lados. Dicen que venías dormida cuando tu suegro frenó para evitar un bache. Perdió el control y el auto se volteó. Dio un giro y quedó a la orilla del camino parado sobre sus cuatro ruedas.

Cuando reaccionaron, sólo faltaban tú y Emiliano. Se bajaron y comenzaron a gritarte. Se escuchaba el llanto de un niño entre las hierbas. Malena, que venía atrás a tu lado, encontró a tu hijo muchos metros adelante. Unos señores, que se detuvieron a ayudar, se los llevaron inmediatamente a un hospital.

A ti te encontró Cruz,  tu marido, estabas abajo del carro, tenías la cabeza abierta y preguntaste dónde estaba tu hijo. Él no sabía, pero dijo que estaba bien, que no te preocuparas. El carro estaba aplastándote, intento sacarte pero no pudo. Iba a buscar algo para levantar el carro, pero lo tomaste de la mano y le dijiste que no se fuera.

Tu suegro trajo un gato y empezó a levantar el carro. No sabían que tenías medio cuerpo dentro de un pozo de lluvia, cuando quedaste libre del peso del carro, caíste en él irremediablemente. Cruz quiso jalarte, pero se desmayó justo en ese momento.

Cuando despertó, tu cuerpo empezaba a ser arrastrado por el agua. Tuvieron que entrar al pozo y amarrarte de los brazos para sacarte. Fue muy complicado, saliste sin ropa y sin vida.

Tardaron cuatro días en traerte. Dos de tus hermanas venían sentadas al lado de tu caja. Dicen que fue horrible y les creo. Me lo cuentan una y otra vez y sigo sin entender cómo te saliste de un coche de dos puertas al que no se le rompió ni un cristal ni se abrió de abajo. No me lo explico, Sara. Nomás no me lo explico.

Todos se salvaron, hasta Emiliano. A él sólo tuvieron que coserle un pedazo de oreja que se le abrió y curarle los rasguños. Ocho meses y ya le faltas. Le tocará conocer el mundo sin ti. ¡Caray!

Parece que me los estoy inventando, ¿no? Yo misma no lo creería si no fuera porque te vi metida en esa caja de tamaño especial que te compraron.  Sólo se te veía la cara, tenías mucho maquillaje para taparte las heridas y estabas muy hinchada. A lo mejor ni eras tú y todo lo que salió en los periódicos era mentira.

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Como no puedo cambiar mi vida, estoy aquí cambiando la plantilla de mi blogg. Ahora más simple, sin tanta pendejada y con el mismo desorden de siempre.

Espero que les guste. Y, si no es de su agrado, bien podrían darse un tiempo para arreglar mi vida y luego mi blogg, justo en ese orden.
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El nombre del intento de Mauricio Garcés que usted ve aquí a un ladito es Carlos Mauricio Mimiaga Sánchez y es, en pocas palabras, un hijo de la gran puta.

Su profesión es “Chichifo” o lo que viene siendo estafador, lambiscón, mentiroso, malparido, garulla, bergaja, fulera, guaricha y, para acabar pronto, un maldito cerdo zombie.

Este pendejo, al que por mera cortesía llamaré hombre, tuvo a mal meterse en la cama de un amigo y terminó rompiéndole a él su corazón y a mí la paciencia.

La historia parece una jodida novela, pero tenga en cuenta, querido lector, que es exactamente como se la voy a contar.

El asunto inicia justo cuando, por gracia de todos los Santos, su relación se fue directo y sin escalas a chingar su madre
.


Semanas después, buscando distraerse un rato, entró en un chat, donde contactó con un chico y empezaron con lo clásico, ya saben: ¿Cómo te llamas?, ¿de dónde eres? y ¿cuándo cogemos?

Acto seguido, pasaron a espulgar sus vidas amorosas:

X – Acabo de terminar una relación.
Y – Yo llevo rato saliendo con alguien, pero no sé.
X – ¿Qué no sabes?
Y – Es que no sé si andamos o no. Y yo lo quiero mucho, pero está atravesando por una mala racha y a cada rato me pide dinero.
X – ¿Dónde he escuchado eso?
Y – ¿Cómo?
X – Es que con mi ex me pasaba lo mismo.
Y – ¿Y cómo se llama tu ex?
X – Mauricio
Y – ¿Mauricio qué?
X – Mimiaga
Y – ¡No mames, no mames, no mames!
X – ¿Qué?
Y – Estamos hablando del mismo






Silencio incómodo…

Una vez superada la sorpresa de hablar del mismo cabrón, tuvieron tiempo de comparar historias, anécdotas, fotos y demás.

En ambos casos y en otros de los que después se enterarían, Carlos Mauricio Mimiaga Sánchez se presenta como dueño de una agencia de viajes que se vino abajo luego de un terrible secuestro del que para salir con vida, tuvo que entregar toooooda su fortuna. Además se dice padre abnegado de dos hijos que cada dos por tres se enferman y lo obligan a quedarse en el hospital muchas noches.




Sí, ya sé. Parece la historia de Pepe, el Toro y hasta la más chorreada desconfiaría. Pero tiene un as en la manga que hará creer hasta el más incrédulo.




tuvo la gracia de salir del vientre de Graciela Sánchez quien tiene a bien invitar a cada uno de los novios de su hijito




iene una puta madre que avala cada cosa que dice.




que se vino abajo luego de un terrible secuestro. Se muestra vulnerable, pone cara de perro apaleado mientras muestra un interés desmedido por su presa.

¡Qué guapo, qué hermoso, qué precioso! Quiero todo contigo. Y todo lo obtiene. Primero como ayuda para pasar la mala racha, luego como manutención y remata con grandes préstamos que en nombre de su gran amor solicita.

Y así va por la vida, buscando amor y sacando dinero hasta debajo de las piedras. Con mi amigo fueron 80 mil pesos que, desde luego, jamás recuperará.

Así que, por el bien de su bolsillo y su corazón, grábese bien el rostro de este hijo de puta. Y si un día tiene la desgracia de encontrárselo, escúpalo, patéelo y si puede córtele los huevos.

Yo guardo la esperanza de que Carlos Mauricio Mimiaga Sánchez pague todo lo que ha hecho. Pero mientras ese día llegue, ayúdeme a contarles esta historia a sus hijos, a sus esposos, a sus nietos, a sus amantes y a sus asesinos seriales favoritos.

Entre más personas conozcan esta historia menos víctimas habrá en el mundo.
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Como los orgasmos femeninos, todos los personajes y situaciones del siguiente relato son ficticios...

Es tan redondo que la vida se le desparrama. Y como su peso, es un hombre que a simple vista cae gordo. Mide 1.80, se calcula que transporta 170 kilos y es poseedor de una boca que no se cierra jamás.

La primera novia que se le conoció fue Michelle, una chica bajita, del tipo simpático y dueña de un brassier 38 doble D que siempre luce con generosos escotes. Y si algo se puede decir de esta mujer es que siempre va con la vagina por delante.

Su romance inició cuando a ella se le acabó el corrector y él bloqueaba el paso hacia la papelería. En lugar de flechazo fue un panzazo. Desde entonces y durante tres semanas se les vio romancear de oficina en oficina. Hasta que un lunes ella anunció su rompimiento diciendo: "A ese cabrón no se le para".

El chisme corrió rápido y dividió opiniones. Algunos decían que el Licenciado la había mandado a volar por puta y Michelle se vengaba hablando mal de él. Otros aseguraban que mientras ella intentaba hacerle sexo oral, en un descuido, el Lic se soltó la barriga y le provocó un shock cerebral. Ninguna versión se pudo comprobar totalmente, pero a Michelle la corrieron al siguiente mes porque su coeficiente intelectual pasó de 80 a 35, y todo por una mamada.

Mientras el gordo lloraba su pérdida, todos nos preguntábamos cómo cabrones le haría para tener sexo y no matar a ninguna mujer en el intento…

Posibilidad 1: Él arriba, ella abajo. No, porque literalmente se la plancha.

Posibilidad 2: Ella arriba, él abajo: No, porque ella tardaría demasiado en encontrar el chiclocentro de sabor entre tanta carne.

Posibilidad 3: De ladito. Tampoco, porque una pierna de la mujer quedaría debajo de él y con tanto peso encima se le gangrenaría en "el acto".

Con sexo oral, ya vimos lo que pasa: Craneotomía instantánea. Y cuando casi nos damos por vencidos, vimos la luz. Una pitonisa fue a adivinarnos el futuro y apenas miró a Karen le dijo: ¡Tú se la sacarás al gordo!

Continuará...
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El viernes ya asoma sus primeras horas y seguro tienes ganas de ir a echar el trago, si estás en el DF, sólo te doy una recomendación: Hagas lo que hagas, no vayas a La Guadalupana de Coyoacán.

Para empezar no tienen estacionamiento ni valet parking, pero si esto no te intimida y decides visitar la pequeña cantina, lo primero que pasará es que los cuernos se te pondrán de punta con tanta cabeza de toro colgando de sus paredes.

Ya sentadito en tu mesa te darás cuenta que no hay música, el único ruido de fondo son los murmullos de oficinistas estresados, risas tímidas de uno que otro turista y el chocar de copas de sesentones que brindan por una conquista que nunca llegará.

Así que te quedarás? Pues bien. A estas alturas ya tendrás mucha sed, pedirás que te atiendan y tendrás que armarte de muuuucha paciencia porque los meseros, para hacerle honor a la decoración, son bastante bueyes.

No hay tragos especiales y la comida es bastante común. 5, 10, 15, con mucha suerte 20 minutos después tendrás un plato delante y una bebida con los hielos derretidos. Y, créeme, te dejarán mal sabor de boca.

¿Ya tuviste suficiente? ¡Ufff, ya era hora! A pedir la cuenta. ¿Quééééééééé? ¿Tantos ceros por una torta y una cerveza? Mejor ni te quejes, te dije que no era una buena idea ir, así que paga y lárgate de una vez.

Ahora lo sabes y que Dios me perdone por lo que voy a decir pero: La Guadalupana apesta.
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Porque no sólo de tetas vive este blog, contémplemos los Conejitos de chocolate que lucen estos hombres en una imagen capturada por Josh Meltzer.

La fotografia tiene por título Bodybuild.

¡Disfrútenla!



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Una cama, un hombre, dos tetas de seis kilos y medio cada una y una mujer asfixiante.

Era uno de esos días donde la calentura los había llevado a la cama, Claire Smedley y Steven, su novio, habían convertido la cama en un ardiente cambo de batalla sexual.

Él intentaba dominarla pero la mujer fue más lista y mandó a sus dos pelotones a capturar al enemigo.

El soldado luchó con todas sus fuerzas, pero las fábricas de leche materna atraparon su cabeza y se negaron a liberarlo.

Claire reía e intensificaba su ataque mientras el excitado hombre preparaba su último respiro. Entonces se dio cuenta que el combatiente no se movía y entró en pánico. Estaba a punto de pedir refuerzos, cuando su amado salió del trance y vivió para contarlo.

Hoy, esta voluptuosa mujer narra la historia del día que casi mata a su novio con El poder de sus tetas.
La historia en sus propias palabras aquí.

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¡Estás enfermó, cabrón!, le dije cuanto vi el bulto que crecía entre sus piernas. Apenas vi a la ciega acercarse y ya sabía que mi amigo, literalmente, mandaría todo a la verga. Siempre que escucha un bastón de invidentes arrastrase por el suelo la testosterona le come la cabeza.

La verdad, sus fijaciones sexuales siempre me han resultado extrañas. ¿Cómo unos ojos secos pueden calentarlo tanto? No quería ni pensarlo. En cuanto a mi amigo se le bajó el libido y a mi se me subieron las copas, me largué deseando no recordar nada.

Fue inútil. Entre los restos del alcohol y mis propias perversiones, no dejaba de pensar en su erección. ¡Puta madre! Algo debían de tener esos pinches ciegos y tenía que probarlo.

Por fortuna, en mi edificio hay un tipo que no ve un carajo. Así que llegando a casa, tomé una botella de vino… un poquito de perfume, me desabroché un botón e inmediatamente me dije: ¡Pero qué pendeja! Sino ve nada… Mmm, da igual, la teta es la teta.

A los dos segundos, la puerta del vecino se abría. Su casa estaba casi en penumbras y sólo lo acompañaba un perro lazarillo que ni se molestó en mirarme.

Nos sentamos en un sillón, como pudo sirvió unos tragos y luego de intercambiar algunas trivialidades, me preguntó:

-¿Qué te trae por aquí?
-Quiero que me cojas, le contesté poniéndole una mano en la verga.

Iba a decir algo, pero mis labios ya lo estaban besando. Nos tiramos en el sillón y ya sin ropa sus manos encontraron mi piel y con su tacto de ciego me recorrió completa. Su lengua vino después y fue directamente a mis pezones. Sentí como su saliva me escurría mientras me penetraba. Se acercó a mi odio y me dijo: “Cierra los ojos, escucha a tu cuerpo y siente el mío, cierra los ojos…” Y eso hice.

Sólo una vez estuve con él, pero me bastó para entender que el placer es ciego.





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Hay mujeres que buscan el amor, La pianista sólo quiere sexo... fuerte, rudo y muy sucio.

Navajas de afeitar en la vagina, un paseo por las cabinas de las sex-shops para masturbarse mientras se frota los pañuelos con semen que otros chaqueteros han dejado en la basura, golpes con puño cerrado, tocar los genitales de su propia madre...

¿Sin dolor? No, gracias. Michael Haneke, director ganador en Cannes, toma la historia de Elfriede Jelinek y la convierte en una muestra del mejor cine europeo.

Una cinta no apta para románticos. Para los que quieran explorar la sexualidad llevada al límite, den click ---> Aquí


La pianista (La pianiste)
Dirección: Michael Haneke.
Ganadora en Cannes.








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Cuando las temperaturas empiezan a subir, a más de uno le entra el deseo de quitarse la ropa y, ya de paso, entregarse al ritual del amor. Pero ¡aguas! El sexo animal no siempre es lo que promete, he aquí unos ejemplos.

1. A las abejas les explota el pene y los testículos después de aparearse. ¡Auch! Estos si que ven a Dios en el orgasmo. La razón es estrictamente práctica, pues con los órganos mutilados la reina crea un tapón y se asegura de que ningún otro zángano la fertilice.

2. Más allá del dolor, hay algunas especies que ejercen su sexualidad sólo para socializar, como los simios bonobos que usan el sexo para saludarse, resolver conflictos e intercambiar comida. ¡Changos!, si esto aplicara en los humanos no habríamos tantos inadaptados sociales.

3. Los caracoles de jardín, sin embargo, para dar y recibir placer tienen que hacer de ladito la cabeza, pues los genitales están en el cuello, lo que hace parecer a su apareamiento un tierno abrazo.

4. Y a los que si se les puede llamar vaqueros son a las chinches machos, quienes tienen los órganos reproductivos en forma de ballesta y fecundan a la hembra disparándole sin tener contacto alguno. Me cae que esto ni Chuck Norris lo puede igualar.

Ten cuidado con lo que deseas porque el siguiente en la lista podrías ser tú y sólo por querer sexo, animal.


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Te vas a morir. Quizá no hoy ni mañana, pero te vas a morir. Tú, yo y todo lo que está vivo. Y como ha de llegar la muerte mejor hacer planes para ese día.

He pensado mucho en mi último día en la tierra y, como todo en mi vida, me gustaría algo sencillo, como quien dice un "Velorio en petit comité". Odio esas verbenas donde la gente y las flores se arremolinan alrededor del cadáver. No, no, no. Pido algo discreto, con buena música de fondo y, en lugar de pan y café, zanahorias con harto chile.

Además debe haber revistas, libros, computadoras y wifi libre para que mis dolientes no emprendan la graciosa huída si el sueño o el aburrimiento los ataca.

Ya he solicitado a mi familia que me cremen. Quiero que mi carne arda hasta que nada de mí quede. Entonces deberán tomar mis cenizas y mezclarlas en las bebidas que se han de repartir entre los que vayan a darme el último adiós. Qué placer irme a la nada y quedarme dentro de quienes, de algún modo, me amaron.

¡Ah, cómo quisiera vivir para no perderme ese día! Ya me perdonarán ustedes que no los acompañe, pero como David Morales estaré en un viaje del que no habrá regreso.

Para quienes no han oido la historia de David, conocido en el más allá como el Súbete a mi moto, <--- aquí les dejo una breve nota del hombre que tuvo el funeral de sus sueños.
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Hoy no estoy para pingas, y de verdad que no lo estoy. Hace dos años mi abuelo dijo “Ya no soy de este mundo” y empezó a morir en medio de su peor terror: Pasar sus últimos días en un hospital.

Estuvo una semana conectado a una vida donde sus recuerdos eran apenas manchas borrosas, sin su música, sus miles de historias y sin su infinito amor a Dios.

Alfonso fue un hombre sencillo y alegre. Un hombre que durante 86 años me cobijó con un amor incondicional y grandes enseñanzas del clima. Fue mi abuelo, mi amigo y mi padre.

Te fuiste y el mundo sigue siendo el mismo, pero para mí la vida es completamente diferente porque el día que moriste, abuelo, yo quedé huérfana, y por eso es que hoy no estoy para pingas.

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Próximamente...
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La vida de oficina es una mierda. La mía está llena de mujeres y todos los días debo escuchar grandes desgracias como uñas rotas, príncipes azules que no llegan y dolores premenstruales. Sólo con una persona puedo compartir injurias, blasfemias y malos modos, pero este pequeño oasis laboral tiene los días contados.

El muy cabrón empezó a planear la gran fuga cuando se enteró que le iban a bajar el sueldo. Desde entonces hizo cuentas: Sumó la crisis económica, restó su crisis sexual y multiplicó su desorden de personalidad, y dijo: “No me alcanza”.

Así que se instaló el chip del macho alfa y fue con los jefes a decir "o solucionan esto o me largo". Hubo negociación, estire y afloje, súplicas de una mujer embarazada, amenazas mías y al final una renuncia aceptada.

Se va a largar y va a dejarme a merced de los lugares comunes y las historias vacías. ¡Puta! La vida en la oficina es una mierda…







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