Te vas a morir. Quizá no hoy ni mañana, pero te vas a morir. Tú, yo y todo lo que está vivo. Y como ha de llegar la muerte mejor hacer planes para ese día.

He pensado mucho en mi último día en la tierra y, como todo en mi vida, me gustaría algo sencillo, como quien dice un "Velorio en petit comité". Odio esas verbenas donde la gente y las flores se arremolinan alrededor del cadáver. No, no, no. Pido algo discreto, con buena música de fondo y, en lugar de pan y café, zanahorias con harto chile.

Además debe haber revistas, libros, computadoras y wifi libre para que mis dolientes no emprendan la graciosa huída si el sueño o el aburrimiento los ataca.

Ya he solicitado a mi familia que me cremen. Quiero que mi carne arda hasta que nada de mí quede. Entonces deberán tomar mis cenizas y mezclarlas en las bebidas que se han de repartir entre los que vayan a darme el último adiós. Qué placer irme a la nada y quedarme dentro de quienes, de algún modo, me amaron.

¡Ah, cómo quisiera vivir para no perderme ese día! Ya me perdonarán ustedes que no los acompañe, pero como David Morales estaré en un viaje del que no habrá regreso.

Para quienes no han oido la historia de David, conocido en el más allá como el Súbete a mi moto, <--- aquí les dejo una breve nota del hombre que tuvo el funeral de sus sueños.
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